Si de algo estoy seguro es de que estoy enamorado. El destino puede poner mil trabas pero yo sigo enamorado. Esas trabas pueden ser por mi parte o por la otra, pero el final siempre es el mismo, sigo enamorado. Y lo sé. Por más vueltas que le quiera dar para encontrar una razón, o un por qué, siempre acabo en el mismo sitio. Estoy enamorado.
A punto de acabar este año, tan bueno y tan malo a la vez, en mi relación de pareja sigo confiando en lo que, hasta hace bien poco, veía ya perdido. Porque yo sí creo que la vida está llena de segundas oportunidades. Porque aun con dificultades, el Amor, si existe realmente, es el que lo domina todo. El amor es aquella fuerza que te hace levantarte en las situaciones difíciles, en todos los sentidos en los que podemos hablar de amor, en cada una de nuestras vidas.
En esta vida, que con el tiempo vas dando cuenta de la dificultad de la misma, se puede estar enamorado de todo aquello que te rodea. Con seguridad puedo decir que estoy enamorado de mi familia y yo como cristiano de Cristo, aunque no creo que pueda llegar a amarlo como Él me ama a mi. Con ellos he crecido, vivo y los tendré para siempre. Porque ellos son mi vida y lo serán. Pero cuando eres un joven con dieciséis o diecisiete años, con las inquietudes que eso conlleva, empiezas a descubrir que es el sentir aprecio, o algo parecido al amor, en otra persona ajena a lo que has vivido siempre. Y es cuando llegan los rollos y las parejitas que apenas duran dos semanas. Yo apenas viví eso. Me gustaron muchas chicas, era un enamoradizo. Aunque todo se difuminaba al paso de los días. Al principio, en mis primeros años de juventud, era muy vergonzoso, y sólo era capaz de mostrar ese aprecio que sentía hacia los demás a través de Internet. Más tarde, con la ayuda de mis padres, me di cuenta que me había equivocado de camino. Aunque con la rebeldía de aquellos años, me costó darme cuenta de aquello.
Fue en una reunión del grupo joven de mi cofradía, dónde la vi por primera vez. Pasó algo desapercibida en mi, para que engañarme. Pero sí que recuerdo de aquellos años, esa timidez que le caracterizaba y ese acento ceceante que aún sigue conservando.
Aquellos años, del mejor grupo joven que ha tenido
Y fue cuando me fijé en ella. Así sin más. En Semana Santa. Recuerdo que la observaba y siempre me preguntaba a mi mismo, por qué ella y no otra.
Era diferente a mi. Completamente distinta. Pero el amor no entiende de apariencias.
Aunque esta vez, esperé. No me precipité. Y fue la noche de un jueves de Feria, cuando decidí dar el paso. Era la primera vez que me iba a declarar a una chica, no sabía bien como hacerlo. Una experiencia nueva para mi. Todavía tengo el polo azul que me puse esa noche. Recuerdo que caminando hasta la caseta de
No ha sido fácil: volver a oir un te quiero entre lágrimas, volver a sentir una mirada sincera, volver a reencontrarme con alguien que conocí hacía tiempo, y que ya no reconocía, volver a echar de menos de verdad. Son tantas cosas a las que he vuelto.
Yo sigo siendo el mismo, pero mi corazón arde como el primer día, otra vez. Y son pequeños detalles: Un toque al móvil a cierta hora, un abrazo al volver a vernos, unos morritos de vez en cuando, un beso en la mejilla, apretarnos las manos con fuerza. Eso último, para nosotros quiere decir, te quiero.
Soy joven, apenas veintidós años, enamorado de alguien que me ha hecho reir y llorar.
Y estoy enamorado porque el amor tiene estas cosas. Y eso, para bien o para mal, lo sabemos tanto ella como yo. El amor no tiene obstáculos, si realmente lo que uno siente es AMOR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario