martes, 21 de diciembre de 2010

Es tiempo de Navidad

Es tiempo para estar con los más cercanos. Con tus amigos, con tu familia, con tu pareja. Dedicar ese tiempo con la familia que no tenemos en la rutina diaria laboral o estudiantil. Me gusta la Navidad porque es un encuentro con los más queridos. La Nochebuena en casa de los abuelos, el fin de año en mi casa y el día 5 con la Cabalgata de Reyes en la calle. Pero el punto en común es que todos estamos juntos. Todos. La familia reunida. Es tiempo para estar con los amigos, para disfrutar de todo aquello que pierdes al estar estudiando en Sevilla. Es tiempo para salir y disfrutar. Es tiempo para hacer amistad. Es tiempo para estar con la pareja. Y vivir esa cercanía que dificulta la relación a distancia. Aunque Sevilla no esté tan separada de Jerez.
Como bien decía, también, Don Feliciano (sacerdote del Colegio Mayor), en la homilía de la Misa de Navidad del Colegio Mayor, es tiempo para perdonar. Y es verdad. Es tiempo para olvidar rencores y riñas. Es tiempo para mirar un poquito al pobre. Qué sentido tiene la palabra y que poco la valoramos. Acordarse de los que no son de este primer mundo tan hipócrita. Es tiempo, para recordar que el 24 de diciembre de hace muchos años llegó al mundo un niño. Un niño que por él, celebramos todo lo que celebramos ahora. Ya que Navidad significa Natividad del Salvador. Vino al mundo humilde. En un pesebre. Y nosotros celebramos cada año esa llegada. Y le relacionamos con la cercanía entre los seres queridos. Que esa cercanía familiar reconforte cada uno de los rincones de los corazones que ahora leen estas líneas. Porque no hay mayor felicitación de Navidad que acordarse de un padre, una madre, un hijo, un abuelo, un nieto o un gran amigo. Porque en el portalito donde nació Jesús ilustramos una familia. Llena de paz y feliz.
Que al menos este momento sirva de ejemplo en cada familia, al menos en estos tiempos que llegan, en mi vida lo son. Porque mis padres, mis hermanas, mi novia, mis familiares y mis amigos felices es mi gran felicidad. ¡Feliz Navidad!.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Amor

Si de algo estoy seguro es de que estoy enamorado. El destino puede poner mil trabas pero yo sigo enamorado. Esas trabas pueden ser por mi parte o por la otra, pero el final siempre es el mismo, sigo enamorado. Y lo sé. Por más vueltas que le quiera dar para encontrar una razón, o un por qué, siempre acabo en el mismo sitio. Estoy enamorado.

A punto de acabar este año, tan bueno y tan malo a la vez, en mi relación de pareja sigo confiando en lo que, hasta hace bien poco, veía ya perdido. Porque yo sí creo que la vida está llena de segundas oportunidades. Porque aun con dificultades, el Amor, si existe realmente, es el que lo domina todo. El amor es aquella fuerza que te hace levantarte en las situaciones difíciles, en todos los sentidos en los que podemos hablar de amor, en cada una de nuestras vidas.

En esta vida, que con el tiempo vas dando cuenta de la dificultad de la misma, se puede estar enamorado de todo aquello que te rodea. Con seguridad puedo decir que estoy enamorado de mi familia y yo como cristiano de Cristo, aunque no creo que pueda llegar a amarlo como Él me ama a mi. Con ellos he crecido, vivo y los tendré para siempre. Porque ellos son mi vida y lo serán. Pero cuando eres un joven con dieciséis o diecisiete años, con las inquietudes que eso conlleva, empiezas a descubrir que es el sentir aprecio, o algo parecido al amor, en otra persona ajena a lo que has vivido siempre. Y es cuando llegan los rollos y las parejitas que apenas duran dos semanas. Yo apenas viví eso. Me gustaron muchas chicas, era un enamoradizo. Aunque todo se difuminaba al paso de los días. Al principio, en mis primeros años de juventud, era muy vergonzoso, y sólo era capaz de mostrar ese aprecio que sentía hacia los demás a través de Internet. Más tarde, con la ayuda de mis padres, me di cuenta que me había equivocado de camino. Aunque con la rebeldía de aquellos años, me costó darme cuenta de aquello.

Fue en una reunión del grupo joven de mi cofradía, dónde la vi por primera vez. Pasó algo desapercibida en mi, para que engañarme. Pero sí que recuerdo de aquellos años, esa timidez que le caracterizaba y ese acento ceceante que aún sigue conservando.

Aquellos años, del mejor grupo joven que ha tenido la Hermandad, desde mi humilde opinión, fueron cimientos de aquella amistad que se fortificó cuando entrado ya el año 2005, mi corazón tiraba de mi como nunca antes lo había hecho.

Y fue cuando me fijé en ella. Así sin más. En Semana Santa. Recuerdo que la observaba y siempre me preguntaba a mi mismo, por qué ella y no otra.

Era diferente a mi. Completamente distinta. Pero el amor no entiende de apariencias.

Aunque esta vez, esperé. No me precipité. Y fue la noche de un jueves de Feria, cuando decidí dar el paso. Era la primera vez que me iba a declarar a una chica, no sabía bien como hacerlo. Una experiencia nueva para mi. Todavía tengo el polo azul que me puse esa noche. Recuerdo que caminando hasta la caseta de la Hermandad, donde habíamos quedado todos, miraba la multitud y me decía para mi mismo.- que vergüenza, que de gente. Estaba muy nervioso. Aunque la tranquilidad me colmó cuando la vi aparecer. Nunca lo olvidaré. Con una mini falda vaquera y una camisa blanca. Yo estaba en la cocina de la caseta, apoyado a una nevera. Ella entró y saludó. Cuando nos íbamos para fuera, me armé de valor, le cogí de la cintura y le dije que tenía que hablar con ella. Hasta que hablé con ella, los minutos eran horas. Y cuando le conté lo que sentía, me dijo que no sólo me quería como amigo. Ahí empezó esta historia. Fueron noches inolvidables. Al igual que muchas de las que he tenido durante todos estos años. Otras menos recordadas. Y otras para olvidar. Como todas las parejas. A veces bien, a veces mal. Pero siempre perdura el amor. Aunque de vez en cuando, la rutina juegue malas pasadas. A mi me tocó en mayo y a ella en octubre de este año que ya acaba. Fueran las maneras que fueran por uno u otro lado, nos equivocamos. La peor parte, es cuando te das cuenta de lo que has hecho. Y vuelta a empezar. Y cuando parece que todo se estabiliza de nuevo, otra vez vuelve a pasar. Y entonces, hay que hacer ver que se ha equivocado. No es tarea fácil. El camino sencillo es terminar con todo, borrón y cuenta nueva. El otro camino, acertado o no, eso el tiempo lo dirá, es aquel donde hay que hacer ver ese amor. Esa llamita que arde en cada corazón. Esa llama que se apaga por una cosa o por otra y dónde las cenizas aún ardientes son los recuerdos y los sentimientos escondidos. Las novedades siempre son acogidas con ilusión. Cuando ya forman parte del día a día, esa ilusión sólo permanece en lo que en realidad importa.

No ha sido fácil: volver a oir un te quiero entre lágrimas, volver a sentir una mirada sincera, volver a reencontrarme con alguien que conocí hacía tiempo, y que ya no reconocía, volver a echar de menos de verdad. Son tantas cosas a las que he vuelto.

Yo sigo siendo el mismo, pero mi corazón arde como el primer día, otra vez. Y son pequeños detalles: Un toque al móvil a cierta hora, un abrazo al volver a vernos, unos morritos de vez en cuando, un beso en la mejilla, apretarnos las manos con fuerza. Eso último, para nosotros quiere decir, te quiero.

Soy joven, apenas veintidós años, enamorado de alguien que me ha hecho reir y llorar.

Y estoy enamorado porque el amor tiene estas cosas. Y eso, para bien o para mal, lo sabemos tanto ella como yo. El amor no tiene obstáculos, si realmente lo que uno siente es AMOR.